sábado, 27 de noviembre de 2010

el hornero


Frente a la entrada de su choza el indio transformaba el barro en hermosas vasijas y pulidos platos. No en vano era el mejor alfarero de su pueblo. Su alegría era grande, al día siguiente iba a casarse con la joven más hermosa de la tribu, también alfarera. Esa noche, como todas las noches previas a un matrimonio, se reunieron en consejo las familias de los novios con el cacique y el hechicero para la ceremonia de presagios. El hechicero bailó, como siempre lo hacía, cantó… como siempre lo hacía y luego… arrojó al fuego un puñado de bayas como siempre. Y fue entonces… cuando sucedió lo que nunca ocurría… el fuego se apagó, un viento muy fuerte tiñó con cenizas a los concurrentes y cuando todos miraban horrorizados lo ocurrido, el hechicero presagió grandes desgracias derivadas de aquel matrimonio. Bajo tal influencia el cacique prohibió su realización. Los enamorados convinieron fugarse a la selva donde establecerían su hogar. A la noche siguiente huyeron, pero los indios los persiguieron lanzando flechas con agudas y e envenenadas puntas. Cuenta la vieja leyenda que cuando los jóvenes caían mortalmente heridos, un revuelo de plumas y trinos surgió en el lugar. Cuenta la vieja leyenda que ambos se transformaron en esas hermosas y simpáticas avecillas que empleando su habilidad para modelar hacen, cantando, su nido de barro. Cuenta esa vieja leyenda que así nació el hornero, pájaro laborioso de los campos argentinos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario